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En esta sección se centra en Cervantes, Shakespeare y la novela picaresca. Los dos primeros por reelaborar de forma moderna temas y asuntos medievales e incluyen en sus obras pequeños aguafuertes juglarescos, como El retablo de maese Pedro, de El Quijote, o el monólogo de Hamlet frente a la calavera de un bufón, y la segunda, por ser la picaresca el escenario al que se vio abocada la juglaría a partir del siglo XV.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de La Mancha
Ed. Ibérica, Ávila 1965
porque ¿qué ingenio puede haber en el mundo que pueda persuadir a otro que no fue verdad lo de la infanta Floripes y Guy de Borgoña, y lo de Fierabrás con la puente de Mantible, que sucedió en el
tiempo de Carlomagno, que voto a tal que es tanta verdad como es ahora de día? Y si es mentira, también lo debe de ser que no hubo Héctor, ni Aquiles, ni la guerra de Troya, ni los Doce Pares de
Francia, ni el rey Artús de Ingalaterra, que anda hasta ahora convertido en cuervo, y le esperan en su reino por momentos.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha
Ed. Everest, León 1967
—Pues en verdad —respondió Sancho— que he oído yo decir a mi señor, que es zahorí de las historias, contando aquella de Lanzarote cuando de Bretaña vino,
que damas curaban dél,
y dueñas del su rocino;
y que en el particular de mi asno, que no le trocara yo con el rocín del señor Lanzarote.
—Hermano, si sois juglar —replicó la dueña—, guardad vuestras gracias para donde lo parezcan y se os paguen; que de mí no podréis llevar sino una higa.
William Shakespeare, Hamlet
Ed. Salvat, Madrid 1969
Hamlet.-(...) Yo quiero al instante una relación. Sí, veamos alguna prueba de vuestra habilidad. Vaya un pasaje afectuoso.
Cómico I.º-¿Y cuál queréis, señor?
Hamlet.-Me acuerdo de haberte oído en otro tiempo una relación que nunca se ha representado en público, o una sola vez cuando mas... Sí, y me acuerdo también que no agradaba a la multitud; no era
ciertamente manjar para el vulgo. (...) Si la tienes en la memoria..., empieza por aquel verso...; deja, deja, veré si me acuerdo.
Francisco de Quevedo, El buscón
Ed. Cultura y progreso, Bilbao 1977
Yo, acaso, comencé a representar un pedazo de la comedia de San Alejo, que me acordaba de cuando muchacho, y representélo de suerte que les di cudicia. Y sabiendo, por lo que yo le dije a mi
amigo que iba en la compañía, mis desgracias y descomodidades, díjome que si quería entrar en la danza con ellos. Encareciéronme tanto la vida de la farándula; y yo, que tenía necesidad de
arrimo, y me había parecido bien la moza, concertéme por dos años con el autor.
Miguel de Cervantes, La gitanilla
Ed. Sopena, Barcelona 1978
Pero cuando la oyeron cantar, por ser la danza cantada, ¡allí fue ello! Allí sí que cobró aliento la fama de la gitanilla, y de común consentimiento de los diputados de la fiesta, desde luego le
señalaron el premio y joya de la mejor danza; y cuando llegaron a hacerla en la iglesia de Santa María, delante de la imagen de Santa Ana, después de haber bailado todas, tomó Preciosa unas
sonajas, al son de las cuales, dando en redondo largas y ligerísimas vueltas, cantó el romance siguiente:
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha
Ed. Planeta, Barcelona 1988
porque quiero que sepas, Sancho, que todos o los más caballeros andantes de la edad pasada eran grandes trovadores y grandes músicos; que estas dos habilidades, o gracias, por mejor decir, son
anexas a los enamorados andantes. Verdad es que las coplas de los pasados caballeros tienen más de espíritu que de primor.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha
Ed. Edicomunicación, Barcelona 1990
Hecho esto y llegadas las once horas de la noche, halló don Quijote una vihuela en su aposento. Templóla, abrió la reja y sintió que andaba gente en el jardín; y habiendo recorrido los trastes de la vihuela y afinádola lo mejor que supo, escupió y remondóse el pecho, y luego, con una voz ronquilla aunque entonada, cantó el siguiente romance, que él mismo aquel día había compuesto:
Anónimo, Estebanillo González
Ed. Cátedra, Madrid 1990
Y, después de haber corrido a Hernán Núñez y otras dos villas, llegué a la de Montilla a tiempo que con un numeroso senado y un copioso auditorio estaba en su plaza, sobre una silla sin costillas
y con sólo tres pies como banqueta, un ciego de nativitate con un cartapacio de coplas, harto mejores que las famosas del perro del Alba, por ser ejemplares y de mucha dotrina y ser él autor. El
cual, chirriando como carrucha y rechinando como un carro y cantando como un becerro, se rascaba el pescueso, encogía los hombros y cocaba a todo el pueblo. Empezaba las coplas de aquesta
suerte:
Cristianos y redimidos
por Jesús (Suma Clemencia)
Félix Lope de Vega, Santiago el verde
Ed. Aguilar, México D.F. 1991
Motril: Historia trovada.
Juan: ¿Versos son?
Motril: ¡Y que tan buenos!
de un hombre que, cuando menos,
dicen que parió en Granada.
Juan: ¿Hombre parir? ¿Quién lo afirma?
Motril:Los ciegos que ven, señor.
Agustín de Rojas Villandrando, El viaje entretenido
Ed. Castalia, Madrid 1995
SOLANO.- Habéis de saber que hay bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga, farándula y compañía. El bululú es un representante solo, que camina a pie y pasa su camino, y entra en
el pueblo, habla al cura y dícele que sabe una comedia y alguna loa: que junte al barbero y sacristán y se la dirá porque le den alguna cosa para pasar adelante. Júntanse éstos y él súbese sobre
un arca y va diciendo: «agora sale la dama» y dice esto y esto; y va representando, y el cura pidiendo limosna en un sombrero, y junta cuatro o cinco cuartos, algún pedazo de pan y escudilla de
caldo que le da el cura, y con esto sigue su estrella y prosigue su camino hasta que halla remedio.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha
Ed. Espasa - Calpe, Madrid 1996
Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el
Caballero de la Ardiente Espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a
Roldán el encantado, valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo, el hijo de la Tierra, entre los brazos. Decía mucho bien del gigante Morgante porque, con ser de aquella
generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado. Pero sobre todos estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo,
y robar cuantos topaba, y cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma, que era todo de oro, según dice su historia.
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha I
Ed. Cátedra, Madrid 1988
pero al punto que llegó el carro a estar frente a frente de los duques y de don Quijote, cesó
la música de las chirimías, y luego la de las arpas y laúdes que en el carro sonaban; y, levantándose en pie la figura de la ropa, la apartó a entrambos lados, y, quitándose el velo del rostro,
descubrió patentemente ser la mesma figura de la Muerte descarnada y fea, de que don Quijote recibió pesadumbre, y Sancho miedo, y los duques hicieron algún sentimiento temeroso. Alzada y puesta
en pie esta Muerte viva, con voz algo dormida y con lengua no muy despierta, comenzó a decir desta manera:
—Yo soy Merlín, aquel que las historias
dicen que tuve por mi padre al diablo,
Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha II
Ed. Cátedra, Madrid 1988
finalmente, con una no vista arrogancia llamaba de vos a sus iguales y a los mismos que le conocían, y decía que su padre era su brazo, su linaje sus obras, y que, debajo de ser soldado, al mismo
rey no debía nada. Añadiósele a estas arrogancias ser un poco músico
y tocar una guitarra a lo rasgado, de manera, que decían algunos que la hacía hablar; pero no pararon aquí sus gracias, que también la tenía de poeta, y así, de cada niñería que pasaba en el
pueblo componía un romance de legua y media de escritura.
Luis Vélez de Guevara, El diablo cojuelo
Ed. Espasa, Madrid 2000
y tras ellos, en el mismo carruaje, una compañía de representantes que pasaban de Córdoba a la Corte, con ganas de tomar un refresco en la venta. Venían las damas en jamugas, con bohemios, sombreros con plumas y mascarillas en los rostros, los chapines, con plata, colgando de los respaldares de los sillones; y ellos, unos con portamanteos sin cojines, y otros sin cojines ni portamanteos, las capas dobladas debajo, las valonas en los sombreros, con alforjas detrás; y los músicos, con la guitarras en cajas delante de los arzones, y algunos dellos ciclanes de estribos, y otros, eunucos, con los mozos que le sirven a las ancas, unos con espuelas sobre los zapatos y las medias, y otros con botas de rodillera, sin ninguna; otros con varas para hacer andar sus cabalgaduras y las de las mujeres.
William Shakespeare, Obras completas
Ed. Aguilar, Madrid 2003
Clown 1.º-¡Mala peste le confunda! ¡Loco tunante! Un día me tiró por la cabeza una botella de vino del Rin. Pues, señor, esta misma calavera que aquí veis es de Yorick, el bufón del rey.
Ham.-¿Esa?
Clown 1.º-Esa misma.
William Shakespeare, Obras completas
Ed. Aguilar, Madrid 2003
¿Por qué conversas con ese baúl de bufonadas, ese arca cerrada de bestialidades, ese fardo hinchado de hidropesía, esa enorme bombarda de Canarias, portamantas de tripas, ese buey asado en
Manningtree, con el pudín en el vientre, ese Vicio venerable, esa Iniquidad de cabellos grises, ese rufián paternal, esa vanidad entrada en años? ¿Para qué sirve sino para saborear el Canarias y
tragarlo? ¿En dónde tiene la limpieza y la pulcritud, salvo cuando trincha un capón y se lo come? ¿En qué es hábil sino en el engaño? ¿En qué es bellaco sino en todas las cosas?¿En que es hombre
digno sino en nada?
Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
Ed. Aneto, Zaragoza 2005
Pues en tiempo deste buen rey fue instituida aquella famosa orden de caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y pasaron, sin faltar un punto, los amores que allí se cuentan de don
Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo medianera de ellos y sabidora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance y tan decantado en nuestra España
de
Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido,
como fuera Lanzarote
cuando de Bretaña vino,
Alonso Fernández de Avellaneda, El Quijote apócrifo
Ed. Poliedro, Barcelona 2005
Don Quijote, volviendo en sí y sosegándose un poco, comenzó a decir:
-Rey don Sancho, rey don Sancho,
no dirás que no te aviso,
que del cerco de Zamora
un traidor había salido.
Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
Ed. Casa del Libro Total, Bucaramanga 2005
—Esta verdadera historia que aquí a vuesas mercedes se representa, es sacada al pie de la letra de las corónicas francesas y de los romances españoles que andan en boca de las gentes y de los
muchachos por esas calles; trata de la libertad que dio el señor don Gaiferos a su esposa Melisendra, que estaba cautiva en España, en poder de moros, en la ciudad de Sansueña, que así se llamaba
entonces la que hoy se llama Zaragoza; y vean vuesas mercedes allí cómo está jugando a las tablas don Gaiferos, según aquello que se canta:
Jugando está a las tablas don Gaiferos
que ya de Melisendra está olvidado.
Francisco de Úbeda, La pícara Justina
Ed. Lobo Sapiens, León 2005
La moza que almohazaba el adufe, hasta que yo llegué, había ido viento en popa, mas, en llegando yo, parece que reconoció ser yo la princesa de las bailonas y emperatriz de los panderos, y
luego me rogó se le templase y pusiese en razón. Yo me hice de rogar, como es uso y costumbre de todo tañedor, mas al cabo hice su gusto y el mío. Toqué el pandero y canté en falsete unas
endechas que yo sabía muy a propósito de mis sucesos, cuya vuelta era:
No hay placer que dure,
Ni humana voluntad que no se mude.