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Los textos angulares de esta sección corresponden a Homero y a Tácito. El primero dice por boca de Alcinoo que los dioses tejen las desdichas de los hombres para que las generaciones futuras tengan que cantar. El segundo nos lega el testimonio más antiguo sobre las costumbres bárbaras, entre ellas, la de entrar en batalla cantando sus "horrísonos" poemas épicos.
Anónimo, Panchatantra
Ed. Librería de Perlado, Páez y Cia., Madrid 1923
El pronunciar Dimna en vez de Damana, no es más que uno de tantos cambios como sufren las vocales al pasar de una lengua á otra, y más especialmente en este caso tratándose de un nombre propio
que pasó del sánscrito al persa, de éste al árabe y de éste al castellano.
Homero, La Odisea
Ed. Edicomunicación, Barcelona 1992
Dime por qué lloras y te lamentas en tu ánimo cuando oyes referir el azar de los argivos, de los dánaos y de Ilión. Diéronselo las deidades, que decretaron la muerte de aquellos hombres para que sirvieran a los venideros de asunto para sus cantos.
Esopo, Fábulas escogidas
Ed. Edicomunicaciones, Barcelona 1994
Prólogo de G. K. Chesterton
Y si las fábulas comienzan con Esopo o comienzan con Adán, si son alemanas y medievales como Renard el Zorro, o francesas y renacentistas como la de La Fontaine, el impacto es en todos lados
esencialmente el mismo.
Homero, Ilíada. Versión rítmica de Agustín García Calvo
Ed. Lucina, Zamora 1995
¡Canta, diosa, la ira de Aquiles el de Peleo!
Homero, La odisea
Ed. Edicomunicación, Barcelona 1997
Presentóse el heraldo con el amable aedo a quien la Musa quería extremadamente y le había dado un bien y un mal: privóle de la vista, pero le concedió el dulce canto. Pontónoo le puso en medio de los convidados una silla de clavazón de plata, arrimándola a excelsa columna; y el heraldo le colgó de un clavo la melodiosa cítara más arriba de la cabeza, enseñóle a tomarla con las manos y le acercó un canastillo, una linda mesa y una copa de vino para que bebiese siempre que su ánimo se lo aconsejara.
Tácito, La Germania
Ed. Gredos, Madrid 2001
Tienen también otros cantos, con cuya entonación, que llaman <<baritum>>, endurecen los ánimos y con el mismo canto predicen la suerte de la próxima lucha, pues causan terror o se atemorizan según el griterío de los guerreros, y parece aquél no tanto armonía de voces como de valor.
San Agustín, Las confesiones
Ed. Gaia, Madrid 2002
Cuando leía sus ojos recorrían las páginas y su corazón entendía su mensaje, pero su voz y su lengua quedaban quietas. A menudo me hacía yo presente donde él leía, pues el acceso a él no estaba vedad ni era costumbre avisarle la llegada de los visitantes.